Hay cuestiones que se dan por seguras dentro de nuestra práctica profesional y que no tienen más fundamento que el capricho de algunos supuestos “maestros” o un apego por formas de pensar un tanto conservadoras. A los colegas interesados en mejorar su desempeño no les vendría mal revisar honestamente sus creencias.
En mi opinión el único modo de que se tomen en serio la obligación de ponerse al día con eso es que los consultantes se pongan firmes al respecto (y hasta sarcásticos y sobradores, ¿por qué no?), después de todo es su derecho ya que no sólo pagan los servicios sino también las consecuencias).
Para los renegados que andamos en eso de la Psicología Clínica Basada en Pruebas, un enunciado no pasa ser un opinión si no ha sido validado adecuadamente por la investigación rigurosa, no importa lo convincente que pueda parecer. Admitimos que las hipótesis derivada de la psicología literaria, propia de los enfoques clásicos tienen un enorme valor heurístico y pueden constituir ideas interesantes, supuestos sugestivos, incluso ensayos prometedores. Pero cuando se trata de la vida y el padecimiento de la gente, esos “experimentos” reclaman criterios de protección rigurosos. Para nosotros las prácticas que se empleen deben haber demostrado su eficiencia para superar dificultades o mejorar su bienestar de los consultantes.
Ni los ejemplos ni las metáforas tienen capacidad de probar nada. Dicho de otro modo, su tía se habrá curado, pero la mía se murió, pobre, y el Complejo de Aureliano Buendía es tan poético e ilustrativo como para desbancar a cualquier otro. Lo mismo vale para las “teorías” por muy importante que sea el señor que las profiere, que son precientíficas hasta tanto prueben lo contrario, y quedan en pseudocientíficas cuando no lo consiguen.
La cosa quedó bastante bien clara, supongo, en varias notas anteriores, pero como no confío ni en mi propia capacidad de síntesis, recomiendo darse una vuelta por algunos ejemplares viejos de REGIÓN. De todos modos les dejo el compilado de refresco:
—MITO I. “contaminación”: el psicólogo no debe atender a personas que conoce de otro ámbito o que están relacionados de uno u otro modo con otros consultantes. FALSO: Lo que al psicólogo le conviene evitar, nada más que por una cuestión de sentido común, es meterse a atender a familiares o personas de su entorno inmediato para no meterse en líos o sentirse incómodo. No existe ninguna razón “ética” que impida ayudar en cualquier otro caso.
—MITO II. “años”: Sólo largos períodos de intervención pueden producir resultados aceptables en los problemas planteados por los consultantes. FALSO: salvo casos en los que haya que colaborar con patologías crónicas, en general está probado que más allá de unas ocho o diez sesiones por lo general (hay excepciones, claro) los resultados tienden a ser inocuos (esto es ineficientes) e incluso tienden a crear un hábito de dependencia que perjudica al consultante. Cada proceso reclama diferentes tiempos de resolución y se debe justificar su alargamiento, o aclararle al consultante que no se están obteniendo los efectos de mejoría esperados y sugerir buscar otra alternativa.
—MITO III. “Silencio”. Permanecer callado y dejar que la gente hable sola tiene un especial efecto “terapéutico”. FALSO: es una mera cuestión de respeto dejar que las personas tengan la oportunidad de hablar y contar todo lo que deseen. Pero luego es conveniente comenzar a participar de un modo activo para ofrecer alternativas, estimular a buscar soluciones, sugerir modos de cambiar, proponer procedimientos, y aplicar diseños de entrenamiento en habilidades y destrezas que ayuden a superar las dificultades y mejorar la calidad de vida.
—MITO IV. “Niñitos”: Introducir a los niños de corta edad a una “terapia” en la que se interpretan juegos, plastilina, dibujos, etc., permite un adecuado diagnóstico y expresión de sus problemas. FALSO: Con excepción de casos muy especiales, lo más convenientes con los niños es escucharlos al menos una vez, y luego pasar a ofrecer a los responsables cotidianos de los mismo algunas soluciones y la oportunidad de entrenarse en procedimientos probados para modificar las condiciones que resulten perjudiciales para su desarrollo y bienestar. Introducirlos en un clima tan extraño como el de la “terapia” sólo crea una autopercepción de inadecuación.
—MITO V. “Enfermos”: Todas o casi todas las personas que concurren a consulta son encuadrables en alguna tipología patológica. FALSO: la enfermedad mental es una presunción sin otro fundamento que la de alguna perspectiva filosófica que cree en una psicología sin cerebro. Existen enfermedades que deben ser tratadas con los profesionales de la salud correspondientes, pero llamar ofensivamente por un rótulo a la gente es una falta de respeto. No es lo mismo “ser” depresivo, donde la química cerebral es determinante, que “estar” deprimido, producto de circunstancias vitales ineludibles, o que “tener tendencia” a deprimirse, resultado de hábitos emocionales y estilos de vida que es necesario corregir.
—MITO VI. “confidencia”. Bueno, esto NO es un mito. Simplemente hay profesionales que no entienden la importancia de mantener rigurosa reserva sobre todo lo que oyen o entienden en la consulta. En todo caso el mito es asumir que puede levantarse esa obligatoriedad de secreto ante familiares, parejas, o el sistema judicial. El secreto profesional es privativo de los individuos. No solo es una obligación ética y legal, mantener reserva también implica una expresión de la pericia profesional, caso contrario la gente no entiende cuál es la ventaja de ir al psicólogo. Sólo puede ser cancelado cuando hay un riesgo presunto real cuidadosamente evaluado y se debe en todos los casos pedir permiso al interesado para comentar algún detalle, o sugerir que él mismo lo revele.
Hay otros mitos sobre nuestra tarea, como “siempre hay una causa profunda”, “todo tiene que ver con “el” inconsciente”, “el psicólogo no puede revelar nada de sí mismo”, “siempre hay algo simbólico”, “toda cosa es un síntoma de otra cosa”, o “esto es psicosomático”, y así a seguir. Les aseguro que esto se puede poner divertido, pero se los prometo para otras entregas, por eso del suspenso, ¿vio?…
(*)Colaboración: Aldo Birgier. Psicólogo, Salud Pública. MA en Psicología Médica. E-mail: [email protected]
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* Mis amigos de REGION® deben guardar algún ejemplar viejo (espero que no los hayan quemado porque yo aparecía ahí). También buscando dentro de www.region.com.ar
O puede hacerse una pasadita por http://mamicordion.blogspot.com/2006/05/aldo-birgier.html |