Con salas colmadas de público, el poeta y compositor Ariel Hugo ‘Alpataco’ Vázquez, nacido en la zona rural de La Humada, presentó su último libro “PUESTEROS del Oeste Pampeano”, en 3 localidades que le son afines a su infancia y sus recuerdos: La Humada, Algarrobo del Águila y Santa Isabel.
Tres pueblos que como distintivo, comparten o la falta de agua o la del asfalto.
Ni hablar también de la esperanza que los une, en que algún día el “Corredor Bioceánico que nos comunica con Chile a través del Sistema Pehuenche”, se transforme en una ruta comercial bien hecha, por donde el transporte pesado pueda llevar la producción hacia el comercio internacional del hiperhabitado mundo asiático que cada vez requiere más alimentos. Donde La Pampa y provincias vecinas puedan tener acceso portuario al Océano Pacífico.
Esos pueblos sufridos, cansados de promesas, que disfrutan de verse reflejados en la pluma de Vázquez y sus libros, donde con sus rimas los inspira, los nombra, los reconoce, los hace visibles...
Y ellos responden. Familias enteras se acercaron a la cita literaria, abrazaron al autor, se sacaron fotos, le pidieron dedicatorias.
El ex marinero a quien la vida le regaló siendo muy joven “una vuelta al mundo”, es feliz cada vez que regresa a “su lugar” en el mundo y se emociona con anécdotas, con historias de vidas, con recuerdos de familia...
Quizá por eso, supongo, Vázquez no buscó la ciudad grande para arrancar presentando sus escritos. Para “el estreno” eligió el llano, volvió a transitar las huellas, se acercó a las bardas, abriendo tranqueras para arriar sus versos y fue reconfortado.
Este fin de semana con el inicio de junio, el autor de “Alpataco” y “PUESTEROS del Oeste Pampeano”, galopará otros rumbos, con la promesa de regresar el próximo viernes 8 a Santa Rosa, para convocar a sus lectores, en la Subsecretaría de Turismo, de Av. Luro y San Martín.
Este es el segundo libro de Ariel Hugo Vázquez. Al primero lo tituló Alpataco, ese árbol típico que habita en la región del monte donde se crio el poeta. Una de las características de esa planta, es la profundidad de su raíz. Ha dicho Juan Carlos Bustriazo Ortíz “El alpataco es un indio/que mira desde su hondura, /hosco, amargo, resistido, /para siempre y para nunca”. Allí se posó el ojo poético del escritor humadense, para presentar su “ramillete de versos chicalquenses”, que dedicara a sus padres, Mario Vázquez y María Salinas.
“Ellos son como el paisaje, /son tímidos y valientes. /Mansos, serenos, pacientes, /extensos y silenciosos. /Son como el suelo arenoso, /sufridos y resistentes.”
Si bien esta estrofa está referida a sus padres, con cariño filial, su amor paternal incluye, sin nombrarlos, a Juan Pagano su padrino y a don Cochengo Miranda su poeta favorito, amigo íntimo de la familia. A cada uno de ellos le ha dedicado un poema para dejar registrada su fascinación por estos cultores de la poesía y el canto regional. Sobre todo Cochengo que supo despertar la admiración del cineasta Jorge Prelorán en la década de 1970.
El autor es un enamorado del paisaje, pero lo es más del paisanaje que lo puebla, que lo trabaja, que lo disfruta alegremente y que lo sufre. Su primer libro es una mezcla precisamente de aquel paisaje del oeste, donde predomina no sólo el alpataco, sino la jarilla, el coirón, el piquillín, la pichana, las flores silvestres y aromáticas que han impregnado su niñez.
Esa que vivió en el rancho con su familia, allá en el puesto “San Enrique” al norte de La Humada y a unas tres leguas al sur de “El Boitano”. Su patria chica la reivindica constantemente, aunque se reconoce hombre del oeste pampeano. Esa amplia región formada por los departamentos Chicalcó, Chalileo y Loventué, esa gran comarca que ha dado poetas, músicos y cantores de la talla de Julio Domínguez, “Tuta” Cuello, Félix Domínguez Alcaraz, Pedro Cabal, Alfredo Gesualdi, “Lalo” Sosa, “Chicho” Sejas y otros.
Asistió junto con sus hermanos, a la escuela hogar de La Humada, de la que guarda recuerdos entrañables, que también ha volcado en un poema dedicado a esos años de los juegos, la alegría compartida con sus compañeros. Donde trabó amistades que aún perduran y aprendió las primeras letras, junto a valores que ahora enarbola sumados a los mamados en el hogar paterno. Su primera maestra fue, Betty Echeveste a quien, agradecido por todo lo que le brindó, le dedicó también un poema con versos salidos del corazón.
En ese primer ramillete de poemas ya está incluido uno dedicado a los “Puesteros”, ese ser humano que puebla todo el oeste resistiendo la seca, los fuegos, los crudos inviernos, la soledad y también las injusticias. En una de sus estrofas el autor describe a ese hombre “Guapo, humilde y tan baqueano/han sido y son los puesteros/Fueron muy grandes troperos, / poceros, alambradores/Expertos amansadores/rastreadores y zorreros”.
En esta nueva entrega, la cruda realidad de la economía neoliberal capitalista, se impone a las ensoñaciones y recuerdos del poeta, quien ha visto, en la última visita a sus pagos, muchos ranchos convertidos en taperas.
En esa travesía que comienza más allá de Telén hacia el oeste bardino, en los versos de Vázquez no puede estar ausente el tema del agua, como su correlato de las sequías prolongadas, los incendios rurales cuyas quemazones arrasan con el escaso capital del puestero, hundiéndolo a veces en la pobreza extrema, ni la ambición de aquellos personajes leguleyos que insisten en los desalojos forzados. O la actitud tremendamente injusta e ilegal de las provincias de aguas arriba que han cercenado los ríos interprovinciales, produciendo el avance del desierto y generando problemas ambientales que son causas del éxodo de los puesteros y sus familias.
En esta nueva obra, Ariel Hugo Vázquez incursiona en temas no sólo de la geografía humana de la región de las bardas, sino también su pluma toma vuelo para destacar la valentía de un soldado argentino, precisamente hijo de un puestero, que en la guerra de Malvinas, supo jugarse su vida para salvar a muchos compañeros.
Es que su sensibilidad hacia esta causa nacional se ve conmocionada, dado que él ha sido durante varios años integrante de la Marina Argentina. Habiendo tenido la suerte de poder viajar en la Fragata “Libertad” y conocer varios países del mundo e incluso la Antártida.
Pero su musa siempre lo vuelve a la tierra que lo vio nacer, que le impregnó sus vivencias, donde creció y aprendió a trabajar. Aquí formó su familia y desde hace más de dos décadas se desempeña en el área de turismo de nuestra provincia de La Pampa.
Lee y escribe siguiendo los pasos de otros poetas de la región, que se han dedicado a difundir la cultura, las costumbres y los rasgos identitarios de esos pampeanos del oeste. En el poema “Siguiendo el camino” invoca a “El Bardino” con esta estrofa inicial: “Voy ensillando mi flete/para rastrear mi destino/y este flete que el Bardino/supo amansar de pequeño/el que rastreo en mis sueños/para seguir su camino.”
También la obra poética de Néstor Massolo y la de Félix Domínguez Alcaraz están entre sus preferidas. Por supuesto que ha leído el Martín Fierro el gran poema nacional. Y entre los autores latinoamericanos preferidos está García Márquez.
Se reconoce un hombre tímido, todavía con humildad, no se asume como poeta, prefiere en cambio aceptar que es escritor de cosas sencillas. Sin embargo algunos de sus poemas musicalizados han llegado al gran escenario de Cosquín de la mano del grupo folklórico pampeano “Los Caldenes”.
Por otra parte su primer libro tuvo tanta buena repercusión, que se vio gratamente sorprendido cuando se agotó la cuarta edición. Estoy seguro que este nuevo alumbramiento literario le dará también grandes satisfacciones, porque su poesía es diáfana, auténtica y proviene de un manantial que recién ha comenzado a dar sus primeros frutos.
Luis Ernesto Roldán