Semanario REGION®

Del 19 al 25 de Junio de 2015 - Año 25 - Nº 1.183 - R.N.P.I. Nº 359581

Las orejas de Midas y el poder

En la escuela me enseñaron que, según una leyenda de la mitología griega, el rey Midas consiguió que se le concediera un deseo, por el cual todo lo que tocara se convirtiera en oro. Todos, de chicos o de grandes, hemos escuchado cómo ese poder se convirtió en una verdadera maldición para su titular, que transformaba en aurífero metal, desde su apetecida comida hasta su querida hija.

Hasta ahí la historia que todos brevemente conocemos. Sin embargo si hurgueteamos, aunque sea en las enciclopedias, encontraremos algunos detalles más que son significativos por su simbología, en la medida que tengamos capacidad de interpretación y de deducción. El primer dato es que quien le concedió ese poder de transformación fue Dionisio, dios del vino, llamado también Baco por los romanos, que retribuyó así un favor que Midas le hizo.

Pero la leyenda continúa y finalmente el rey Midas le imploró a Baco que lo liberara de esa táctil característica, que él antes entusiasmado había pedido. Ni siquiera podía tocarse el cuerpo porque esa parte de la piel cambiaba automáticamente.

La solución otorgada fue que se bañara en el río Pactolo, que se encontraba en la antigua Lidia, Asia Menor. Hecho esto el rey Midas perdió su poder maldito y las arenas del Pactolo se enriquecieron con oro en polvo.

Midas continuó con su mitológico reinado y como tenía gran vocación por la figuración, pese a que no poseía tanto oro como él deseaba, actuó como juez en un torneo musical entre Apolo y Pan. Por haberle otorgado el triunfo a Pan, que era el dios que representaba las fuerzas de la naturaleza, Apolo dios griego del Sol, lo castigó duramente trocando las orejas de Midas por otras de un burro. Por eludir la reacción de Pan, el que producía pánico con su sola presencia, soportó la venganza del otro contendiente desairado.

Avergonzado el orejudo rey ocultaba esa anomalía debajo de su turbante, pero su barbero necesariamente conocía ese secreto. Todos sabemos el natural espíritu coloquial que tienen los barberos, por lo tanto la desesperación de este antecesor de Fígaro sólo pudo ser calmada cuando hizo un hoyo en el suelo y vertió ahí su confidencia.

Pero la historia recién termina cuando del agujero brotaron cañas, que al ser mecidas por el viento comunicaron al medio ambiente la malformación del irresponsable rey.

Observen ustedes, mis queridos lectores, cómo sabemos sólo una parte de los hombres leyenda. La versión incompleta que todos conocemos del rey Midas, acallaba los detalles de sus dificultades con Apolo; incluso pocos sabíamos de su pacto con el etílico Dionisio, o sea el embriagador Baco de los romanos.

Aunque haya calma, el viento siempre sopla de tanto en tanto, y los murmullos se convierten en audibles. ¿Cuál es la versión que daremos a nuestros nietos sobre el rey Midas y su cada tanto resucitada dinastía?

Las ansias de poder orienta a algunos al negocio del oro, a otros a ser jueces sordos de poderosos y arbitrarios músicos. Las orejas largas a veces son acompañadas por inteligencias cortas.

Carlos Besanson

 

N. de la R.: Este espacio debería ser llenado por aquellos lectores que con vocación docente nos brinden su amable versión sobre las conductas del hombre a través del tiempo, y sus temporales ansias de poder.

Publicado en el Diario del Viajero n° 529, del 18 de junio de 1997