Una aldea nacida de demoliciones, la creatividad y los sueños de un hombre. La más insólita ciudad del reciclado de la Argentina y sus alrededores.
El complejo "Campanópolis" ubicado en la localidad de González Catán a tan solo unos 20 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, se autodefine como "Una Aldea Mágica". Y en verdad, es extraña y atrapante a la vez. La aldea está formada por un grupo de construcciones unidas por callejuelas adoquinadas, pasajes, recovecos y lugares secretos. Responde a estilos diversos del medioevo europeo unidos para producir un ecléctico estilo propio.
Sus propietarios señalan: "Se suele decir que cuando una persona tiene sueños y la decisión de alcanzarlos, los imposibles se vuelven realidad. La voluntad del ser humano es la fuerza motriz más grande de todas, ejemplos que los ilustre hay muchos y por todos lados, Campanopolis es uno de ellos".
Una aldea con estilo medieval que se levanta sobre un predio de 200 hectáreas al oeste del gran Buenos Aires, fruto de la visión de un hombre sin ningún estudio de arquitectura pero con un posgrado en imaginación.
Nacida de demoliciones, la creatividad y los sueños de un hombre. Se levanta en González Catán, la más insólita ciudad del reciclado de la Argentina y sus alrededores, a sólo 30 minutos de Capital Federal.
Por un mistico camino se recorren las Doce Casitas del Bosque, para transportarnos mágicamente hacia un lugar fantástico. Cuando todo esto parece increíble nos encontramos con fuentes , lagos, puentes de quebracho para recorrer las islas, muelles, un molino de viento holandés, una capilla colonial y una locomotora con vagones .
El Museo de las Rejas o Ferroteca es uno de los lugares más interesantes donde se exhibe todo tipo de rejas de hierro forjado, arañas colgantes, vitreaux, objetos antiguos y piezas de arte. También se destacan edificaciones donde los materiales empleados para su construcción son el tema como por ejemplo, la Casa de Piedra, el Museo de Madera o Palitos, la Casa de Escoria.
Además se podrán recorrer el Pasaje del Búho, el Museo de los Caireles, el Cabildo, la Cascina, la Casa Proa de Barco y cientos de espacios secretos.
El porqué del nombre
El nombre de “Campanópolis” surge del apellido de su fundador, Don Antonio Campana, quien cuenta con una increíble historia, donde los sueños y el esfuerzo tienen un vínculo indescifrable con el arte y la emoción de los logros.
La historia cuenta que hace casi 40 años comenzó este sueño en un predio adquirido en 1976 donde antes eran explotadas antiguas tosqueras, cuyo producto fue usado para la construcción de las bases de las pistas del Areropuerto Internacional de Ezeiza y de la autopista Richeri.
Luego el lugar fue expropiado por el CEAMSE (Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad Del Estado) que durante mas de cinco años lo usó para relleno sanitario, dejando secuela de contaminación ambiental.
Don Antonio entra en un largo pleito judicial para recuperar el predio. Paralelamente le aquejan diversos problemas de salud y, ante esto, decide dar un vuelco importante a su vida, impulsando sus ganas de vivir junto a sus ansias de concretar su sueño hoy hecho realidad con este legado de belleza.
Descubriéndose asímismo como creador y diseñador, con un amplísimo criterio del reciclado y creatividad, hace uso de sobrantes de demoliciones para construir un mundo nuevo sobre el caos hasta entonces reinante, dando a luz esta mágica aldea, restableciendo también del equilibrio ecológico.
Un pasado importante
La historia nos demuestra que el predio de la aldea esconde un pasado importante. Según el historiador Don Alfonso Corso, interpretando los relatos del alemán Ulrico Schmidl, escriba oficial de Don Pedro De Mendoza en 1536, en la confluencia del arroyo Morales con el río Matanza se efectuó la primera fundación de Buenos Aires. En el lugar se encuentra a modo de homenaje “El Palo de la Justicia”, en recuerdo de la gesta histórica fundacional de una de las ciudades más importantes de América.
En sus crónicas Ulrico narra: “... que quién quería comer un pescado tenía que andar 4 millas...”. De aquí se deduce que la Población o Real -como entonces la llamaban- no estaba ubicada a orillas del Río de la Plata sino a cierta distancia de él.
Es justamente la confluencia de agua entre el Arroyo Morales (río pequeño) y el Río Matanzas (río grande) a la que hace referencia Ulrico. Esta zona fundacional está dentro de las tierras de Campanopolis.
Los diarios de Ulrico son una fuente importante a la hora de esclarecer la debatida ubicación de la primigenia Ciudad de Buenos Aires. Este viajante considerado como el primer “Historiador del Río de la Plata” señala: “...Mendoza estableció el Real a la par de un río pequeño que entra en el río grande...”.
Corso afirma que, posteriormente estas tierras pertenecieron a Don Juan Manuel de Rosas, construyendo para ello la mas antigua edificación que data aproximadamente de 1840, la que fue habitada por un capatáz (puestero) del Brigadier General.
Esta casa histórica tiene una construcción característica de la época, en forma de “ L”, construída con característicos ladrillones asentados con adobe o barro, sus paredes alcanzan los 60 centímetros de ancho, las cuales poseen troneras por donde sus habitantes sacaban las armas de fuego para defenderse de los malones de indios o ataques de forasteros. Posee además un sóntano que era utilizado como refugio ante posibles ataques, siendo esta la única construcción de estas tierras.
Antonio Campana
Nacido en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, hijo de inmigrantes italianos llegados al país en 1930, cursó hasta 6to grado de escuela primaria la cual debió abandonar, por cuestiones laborales.
A los 13 años comienza a trabajar como cadete en el Centro de Almaceneros de la Capital Federal y luego pasa a ocupar un lugar como mecanógrafo en esta institución. Los conocimientos de la lengua italiana lo ayudaron a crecer, ya que los directivos de dicha organización eran de esa nacionalidad.
Mientras tanto los fines de semana y en los tiempos libres crea una fábrica de cepillos, que manufactura en forma artesanal en su casa natal. También intercalaba dicha actividad con un reparto de leche que ellos mismos producían, junto a su familia.
Se recibió de dactilógrafo en las Academias Pitman, en 1948, y perfeccionó la lengua italiana. Paralelamente comenzó la carrera de mecánico dental, la cual abandonó casi al finalizar la misma, por razones de trabajo y tiempo.
Sus padres, como buenos inmigrantes, inculcaron la cultura del trabajo y el esfuerzo en Antonio, y su empuje natural lo motivaban para seguir siempre adelante. Con el tiempo su actividad comercial fue creciendo, agregando algunos comestibles y artículos de limpieza a su emprendimiento comercial.
Con un gran conocimiento y experiencia, a los 23 años fundó el primer autoservicio de comestibles mayoristas del país. En el mismo año conoce a Liliana, de nacionalidad italiana, la mujer que lo acompaño, a la par, en todos sus proyectos, hasta sus últimos días. A los 25 años se casó y tuvieron 3 hijos.
Siempre en la búsqueda de nuevos horizontes y ya establecido como un gran almacén mayorista de comestibles y supermercados, sigue desarrollando sus actividades en la provincia de Mendoza, comenzando a fabricar su propia línea de conservas enlatadas producidas en propias fincas.
Pasó muchos años de su vida trabajando sin descanso, durmiendo sólo 6 horas diarias. Su tenacidad, memoria, fuerza de voluntad y el amor por el trabajo, seguramente fueron la clave de su éxito comercial.
A los 50 años padece su primer cáncer de amígdalas, que genera un cambio muy brusco en su vida. Era muy intenso su ritmo de trabajo y actividades, necesitaba seguir poniendo esas ganas de vivir en algún otro lado. Querer pasar el tiempo para saber si estaba curado, motivo a poner toda su energía en un campo adquirido como una inversión en 1976. Todo coincidió con la mano y el milagro de Dios a comenzar a desarrollar su sueño, una nueva historia en su libro: “Campanopolis”, una aldea mágica, sin duda alguna una locura que prolongó su vida mas de 25 años.
El sueño de un iluminado
En muchas oportunidades la vida de una persona marca un patrón distinto. Esto hace a la teoría de que la vida misma es una síntesis de valores humanos y no es un camino artificialmente creado por iluminados. De ahí la conexión con la realidad, un virtual antidogmatismo, porque la racionalidad gobierna y asume comportamientos éticos que se vierten sobre la sociedad y son asumidos por esta en forma natural. La obra que se ve en Campanópolis, obra del genio artístico, soñador y elevado de un hijo de inmigrantes, que como tantos otros que hicieron a la Argentina moderna, es el rescate del espíritu creativo, dinámico y transgresor.
Antonio Campana, el cristalizador del sueño, al verse condenado a morir víctima de una enfermedad terminal, decide dar un vuelco total a su existencia y consagrarse a un sueño.
Se desprende de sus empresas y construye esto para él y su gente, familia y amigos, sin sentido comercial, apostando a la ilusión y al placer de crear algo sobre terrenos recuperados a un basural y empleando materiales de demoliciones, con amplio espíritu ecológico y regenerativo.
Edifica una aldea, con mezclas de estilos, de reminiscencias medievales, en medio de bosques sembrados por él mismo, lugares de magia. Rompe los moldes de la construcción, porque hace lo contrario de todo arquitecto. En base a lo viejo construye lo nuevo. Del Caos de un demolición crea un Orden, creando vida desde la muerte o haciendo nacer después de morir.
Campanópolis es la concreción de una verdadera Iniciación, muriendo a una vida, para ver la luz en otra. John Lennon, el popular músico inglés, dijo: “Muchos creen que soy un soñador…pero no soy el único”, y Antonio Campana así lo demuestra. Es otro de los soñadores. Se inscribe en la categoría de aquellos que se atrevieron a volar y concretaron su obra en vida, trascendieron, crearon de la destrucción y alumbraron con Luz las tinieblas de un páramo convertido en basural. Supo pulir la piedra bruta y le dio el brillo del diamante, legando en sus hijos un amor a la obra y un respeto a la memoria, como pocas veces se ve en la actualidad.
A los visitantes se le despiertan los sentidos a pleno, se les agudizan, porque se deben emplear a la mayor capacidad para entender lo que se ve y se siente en ese lugar fantástico.
Le dieron apenas 5 años de vida… pero vivió 20 más, producto de la dedicación amorosa a su obra. El trabajo le alargó la vida, el sueño le alegro el alma, así la enfermedad pospuso su triunfo ante la alegría del espíritu.
La vieja obra de la civilización, que edificaba los templos con sus torres dirigidas al cielo, como brazos implorantes ante lo divino, tapizó el suelo, rompió la chatura del horizonte, elevo los espíritus, pero también le dijo al Hombre que éste podía más, que podía crecer, que podía aspirar a “divinizarse un poco”.
Así el Hombre salió de la oscuridad. Esta es la historia de la Humanidad y una síntesis es Campanópolis. El altruismo, al no hacerlo con sentido comercial, también es un hecho destacable, porque no todo gira en torno al rédito económico, más en épocas como las actuales, donde una ecuación económica hasta decide sobre la vida o la muerte. Un ejemplo que debemos rescatar, para así no dejarnos devorar por el materialismo ni la globalización que nos impone lo aparente, por sobre lo real y ético. Nos tenemos que reservar el derecho al asombro ante la “locura” de los transgresores útiles, los que despiertan la imaginación, el halago de la hazaña y los cultores de lo bello. Esto bien vale una vida. Ser parte de esto y de esta categoría de Hombre es solo para iniciados y elegidos. Antonio Campana encalleció sus manos, dejó que su cerebro desbordara de ideas y su espíritu volara con las alas que le da la libertad, llevándolo a la Luz.
Mucho más
El establecimiento además de sus visitas guiadas para particulares y grupos, está abierto a producciones sociales, comerciales y publicitarias, con los más diversos, exóticos y hermosos escenarios para la realización de filmaciones y fotografías de todo tipo
Es además escenario de eventos sociales y corporativos exclusivos, un lugar único y mágico que proporciona un toque inigualable, contando con salones de diversas capacidades adaptables a distintas necesidades, como así también servicio de catering, guías personalizados, vigilancia, helipuerto y conexión a Internet.
Contacto a través de la Web: campanopolis.com.ar