Bari, tan bella como inmemorial. Bari, tan única como ninguna. Un recorrido por la perla del Adriático para descubrir el sentido de la belleza hecha ciudad.
Llegar a Bari no es difícil. Tren, avión, auto, ómnibus, barco, de todas maneras es posible, hasta en los sueños, porque allí estos se harán realidad en forma de una belleza natural difícil de igualar en otros sitios del mundo. La capital de la región de Apulia se halla recostada sobre la llanura, mojando sus pies en las aguas del Adriático, convirtiéndose en un importante puerto turístico y comercial. Las posibilidades de disfrutar de paisajes naturales son muchas, desde la meseta de Murge hasta el azul infinito del mar.
Bari se sitúa cercana al mayor complejo cárstico de Italia: las Cuevas de Castellana. Miles de años le ha tomado a un río hoy extinto, crear bellas estalactitas y estalagmitas en túneles que de-sembocan en amplias cuevas. Por fuera, a cielo abierto, circuitos de senderismo y ciclismo de montaña permiten descubrir la belleza del Parque Nacional de Alta Murgia, excavado por parajes cenagosos, valles y barrancos, con interesantes ejemplares de flora y fauna.
En cuanto al mar, la costa de Bari comienza en Molfetta, al norte, y termina al sur con Monopoli. A lo largo, pequeñas calas pueblan las largas playas, arrecifes bañados por aguas cristalinas ofrecen verdaderos deleites a quienes se sumerjan en ellas. Son cientos los sitios que ofrecen la posibilidad de perder el tiempo sentados sobre finas arenas, pero el balneario más popular es el que lleva por nombre Pane e Pomodoro. Fuera de este, la tranquilad del resto.
Son cientos los sitios hermosos de finas arenas, pero el balneario más popular es “Pane e Pomodoro”.
La actividad humana se remonta a tiempos prehistóricos, en la amplia llanura, durante siglos, el hombre ha dejado huellas en olivos, almendros y viñedos de tiempos romanos, bizantinos y sarracenos. Luego llegarían, siglo tras siglo, los normandos, los suabios, los angevinos y los aragoneses. Cada uno de ellos ha dejado su marca cultural indeleble en la “Bari Vecchia” (la ciudad vieja).
El centro histórico es un laberinto de callejuelas repleto de pequeñas iglesias y monumentos. Por allí, los automóviles no circulan, no por impedimento legal, tan solo porque no entran en las estrechas calles, lo que obliga a una memorable caminata, esquivando a cada paso a las motocicletas, verdaderas dueñas del empedrado.
Así como llegar a la ciudad no es difícil, fácil es perderse en el laberinto de callejuelas, pero el encanto del no saber, hará que la visita a cada monumento, cada iglesia sea considerada el fin del acertijo. De entre tanta construcción histórica, sobresale la basílica de San Nicola. Construida a entre los siglos XI y XII, cuenta con una sencilla fachada con dos torres de distinta forma y altura. En su interior se preservan las reliquias del santo, quien fuera obispo y protector de niños, pescadores e inocentes y patrón de la ciudad; por otro lado, en la Catedral de San Sabino, se resguardan los restos de Sabino.
El centro histórico es un laberinto de callejuelas repleto de pequeñas iglesias y monumentos. Por allí, los automóviles no circulan, no por impedimento legal, tan solo porque no entran en las estrechas calles.
Es esta una construcción bizantina del siglo XII, pero que ha sido modificada en muchas ocasiones a través de los años. El tercer sitio ineludible es el castillo normando-suabio, un imponente edificio que se erige en la frontera de la ciudad antigua, prácticamente delante del mar. Levantado por orden de Federico II de Suabia, en 1233, hoy, su gran patio es utilizado para manifestaciones artísticas y eventos sociales. No lejos de allí se ubica el Palacio de la Providencia, que alberga obras de importantes pintores italianos.
Mientras se van buscando estos atractivos, por las calles se van atravesando diferentes arcos, el más famoso de ellos, el Arco de los enamorados, al que distintas leyendas le atribuyen el papel de protector de los amantes.
No todo es historia en la bella Bari, la Avenida Vittorio Emanuele divide cual si fuera la antigua muralla, la Città Vecchia y la ciudad moderna. Los tiempos actuales se perciben en ella, su intensa actividad comercial y marítima, sus centenares de tiendas y cafeterías y más allá, los barrios residenciales dan vida a un ritmo más veloz, acorde al presente. Bari es una ciudad que vive mirando al mar, cuya costanera o paseo marítimo es de los lugares más concurridos, tanto por locales como por los turistas.
Como en toda Italia, la gastronomía, más que una vana excusa, es una razón de peso para conocer la península, descubrir los colores, los gustos, los placeres de una cultura que combina sabores antiguos con nuevas experiencias gourmet. En Bari, la cocina se basa en variedad de pescados y un profundo vínculo con los productos de la tierra y las tradiciones de antes. La pasta en las formas más originales, sin más ingredientes que agua, harina y sal, es la reina de los platos, regada con sabrosos aderezos a base de verduras, pescado o carne. También las pizzas, focacce, taralli picantes y hasta el famoso pan de Altamura son imprescindibles y con un simple acompañamiento aceite de oliva, llegan al éxtasis del paladar. De poder llevar a casa algún recuerdo, lo más típico son estos productos de la tierra: Taralli, aceite, limoncello, pasta fresca casera, conservas, vinos, cacioricotta.
La mejor fecha para visitar Bari es a principios de mayo, cuando se realizan las fiestas patronales de San Nicola. Allí todo lo antedicho se conjuga, se hacen realidad los sueños de sus habitantes y las expectativas del turista se ven más que colmadas de satisfacciones, históricas, religiosas, gastronómicas, naturales y un largo mucho más.
Texto: Rodrigo Carretero
Fuente: www.todoparaviajar.com