La imagen de “el indio” realizada por el escultor Abel Magnani, con el aporte del profesor universitario de artes José Domingo Laporta.
Los propietarios de ambos establecimientos santarroseños que este mes cumplen años, vienen de una historia de inversores que se jugaron por el rubro hotelero gastronómico turístico en una época donde había que tener gran visión para imaginarse el crecimiento que vendría después.
Es que la Capital pampeana de los años ‘60 y ‘70, tenía apenas unas ocho décadas de vida.
Era un pueblo en desarrollo con características de gran aridez.
El viento, que trasladaba incesantemente de un lado a otro la arena proveniente de los médanos, no era una imagen cordial para el visitante. Pero prometía, prometía progreso, prometía futuro, y por sobre todo, prometía un gran desafío, aquellos que a algunos asustan y que a otros los motiva...
El hotel de el indio
El Hotel Calfucurá, inaugurado el 16 de diciembre de 1967 luego de tres años de trabajo edilicio, fue un hito histórico para la época y la inversión parecía descabellada.
Con sus catorce pisos con ascensores -la construcción de mayor envergadura en la Provincia hace casi medio siglo atrás-, fue por muchos años la torre más alta de la Ciudad.
Entre los proyectos de sus dueños estaba la instalación de una sala de juego en el piso más alto, que nunca llegó a concretarse.
Pero el detalle más sobresaliente de sus inversores iniciales, los empresarios Alfredo Galluccio y Daniel Pinna, fue la obra maestra que inmortalizó el edificio: La imagen de “el indio” realizada por el escultor Abel Magnani, con el aporte del profesor universitario de artes José Domingo Laporta.
Hoy esa imagen sigue siendo un ícono de La Pampa y tal vez, su mayor capital.
Abel Magnani, autor del mural “el indio” que dio fama al hotel céntrico
Un Oasis en el desierto
El turismo tradicional, predominantemente estático, sería desplazado del mundo a partir de la década de los años ‘80, por el turismo activo, donde el viajero comenzó a buscar participación y protagonismo.
Quien supo anticiparse a ese momento, fue un joven emprendedor que en la década del ‘70 encaró la inversión del primer establecimiento en la categorización “motel turístico” y el primer alojamiento de La Pampa con piscina y aire acondicionado.
Jorge Liscovsky aprendió de la practicidad norteamericana y del buen servicio de los paradores de rutas estadounidenses y en la década del ‘70 encaró la inversión del primer establecimiento en la categorización “motel turístico” siendo el primer alojamiento de La Pampa con piscina y aire acondicionado.
Su mentor fue Jorge Liscovsky, un empresario con visión que aprendió de la practicidad norteamericana y del buen servicio de los paradores de rutas estadounidenses.
Todo lo que había aquel 13 de diciembre de 1974, sobre la Ruta Nacional Nº 35 cuando inauguró, era el aeropuerto, la estación de servicios y una planta láctea que ya no existe.
Lo promocionó como “un oasis en medio del desierto” y tuvo otra elección acertada: el nombre de “Caldén”, hoy muy trillado, pero por aquel entonces, hace más de cuatro décadas, un verdadero rescate turístico cultural del que fue pionero.
Estas breves narraciones dan cuenta de dos hechos que forman parte de la historia del turismo local, cuando unas pocas camas era todo lo que había, alcanzando en la actualidad solamente Santa Rosa, 2.365 plazas hoteleras.