La intención de apropiarse injustamente de algo ajeno, es un defecto registrado desde el comienzo en la historia de la humanidad.
C.B
El repasar episodios, de los cuales hemos sido testigos, o estamos informados por las noticias, marca la existencia de oportunistas que aprovechan el descuido o la confianza de algunos para hurtar o estafar bienes de otros.
En esos casos el engaño es parte de la operatoria de aquellos que se visten de ciudadanos para confundir mejor al próximo damnificado.
Así como estas situaciones son históricas, lamentablemente también son universales, y se pueden encontrar en cualquier país del mundo y del submundo. La diferencia tendría que darse en que los posibles perjudicados no actúen descuidadamente, y los futuros apropiadores tengan un muy bajo índice de impunidad para sus arrebatos.
Las falsas promesas también se otorgan contractualmente por gente que opera en cargos empresariales y encargos políticos. Esas tareas permiten a veces disimular métodos que tergiversan los fines.
Las funciones no siempre son desinteresadas, pero en la medida en que los objetivos sean claramente honestos, y se cumplan los compromisos, las acciones que generen rara vez tocarán el fuero penal.
Un país crece si sus ciudadanos se sienten seguros de sus derechos y de su justa libertad de acción. No hay duda de que la no impunidad a los fraudes ayuda a que todos tengamos mayor sensación de justicia. Saber ser testigos de episodios, aún cuando sean breves y pequeños en el monto, permite lograr que quienes se apoderan de bienes y derechos ajenos pierdan la soberbia encubierta de los ganadores tramposos.
La no violencia física, pero sí las acciones crueles sobre la moral y buenas conductas no pueden soslayarse y ser tomadas superficialmente
Carlos Besanson |