Siempre hemos sostenido, a través de las notas publicadas, que no hay una sola opinión pública, sino distintos sectores y grupos que conforman parcialidades de la opinión ciudadana. Esos sectores se aglutinan con mayor o menor coherencia entre sí, pero se pueden trasladar, en forma individual o en grupo, a otros estamentos sociales con variantes en sus características y apetencias.
Mi hija Elizabeth Dominique escribió un trabajo para la escuela que decía:
Las encuestas metódicamente analizadas señalan tendencias. Pero la opinión pública no es algo estático sino un movimiento constante de acción y reacción frente a hechos pasados y nuevos episodios que se van generando. Por eso el analista de las encuestas no puede ni debe imaginar situaciones que aún no han ocurrido.
Las tendencias marcan posibilidades y porcentajes de probabilidades, sin que deban confundirse un alto índice de probabilidades con la seguridad absoluta. En el caso electoral bastaría que ocurriera un episodio grave y espectacular unos días antes de una elección para que un electorado independiente y fluctuante cambie el destino de su voto.
Por eso los encuestadores siempre deben indicar en qué fecha realizaron el estudio de opinión pública y qué metodología emplearon para encontrar lo que se considera individuos representativos de cada uno de los segmentos o sectores de la sociedad.
La forma con que se formulan las preguntas es otro de los elementos que ayudan a una mejor precisión en las respuestas.
Coincido con este enfoque, e insisto que por encima de la acción psicológica que se pueda desarrollar a través de la difusión preconcebida de datos, en busca de la captación del voto exitista, hay una constante formación y conformación de opinión multisectorizada que tiende a aceptar o rechazar los hechos y dichos difundidos cotidianamente, que van dejando valores residuales en el subconsciente, y que hacen que los aplausos o repudios aparezcan y surjan en momentos no siempre prefijados.
Pero si el ciudadano se conforma con ser un mero componente de la opinión pública su función quedaría reducida a la de testigo del comportamiento de los funcionarios electos directa o indirectamente. Cada persona debe ser un hacedor de su propio destino, y por ende además de sus acciones individuales y particulares adquiere el derecho permanente de controlar a sus apoderados y mandatarios que circunstancialmente ocupan funciones para el bien público.
Cuando se habla de la carrera administrativa o del cursum honorum político de ciertas personas, corremos el riesgo de olvidarnos que el éxito acumulado en la ocupación de cargos no siempre está relacionado con los reales servicios prestados a la sociedad.Existen demasiados casos en la política nacional e internacional en que hombres destacados y famososno han agregado a esos calificativos el de probos y honestos. Sobre este tema sería de interés general que se realizara una encuesta de opinión que ayude a una mejor definición de qué es lo que esperamos, en hechos y conductas, los ciudadanos de cada uno de los segmentos que integran, lo que hoy se define demasiado genéricamente, como gobierno y oposición.
En una democracia no hay derrotados, hay hombres que figuran en largas listas de espera, en las cuales los cupos no les alcanzaron.

Carlos Besanson