Manuel Belgrano vivió tan sólo 50 años y se murió a 13 días de haberlos cumplido.
Estudió leyes en España y se graduó en Europa, luego en Argentina dedicó 9 años al estudio de idiomas, Derecho Público y Economía. Formó parte activa de las acciones revolucionarias y de emancipación. En 1810 escribió el «Ideario Libertador».
Participó de innumerables batallas militares, triunfos y derrotas.
Tuvo un hijo y una hija, aunque no pudo llegar a casarse.
El día que falleció, era tal el clima político de Buenos Aires, que su muerte pasó inadvertida. El funeral de honor se hizo recién 39 días después.
Fue político, economista, impulsor de la educación, periodista y militar, un hombre extraordinario que viniendo de una familia adinerada, dejó su salud y su fortuna al servicio del país, cuyos gobernantes traicionaron y minimizaron, muriendo en la miseria.
Hoy el vulgo lo recuerda por haber creado la Bandera Nacional Argentina, hecho que acaso la historia le puso por delante. Pero las grandes cualidades de Manuel Belgrano fueron sin duda, su filantropía, su patriotismo, su entrega, que lo llevó al lecho de muerte a pagarle con su reloj de bolsillo al médico que lo atendía, porque era todo lo que poseía.
Sus sueldos y recompensas (cifra millonaria), pocos años antes los había donado para crear escuelas, que el gobierno nunca construyó.
No deberíamos recordar a Manuel Belgrano sólo como el hombre que hizo nuestra insignia, porque en verdad, lo que él quiso hacer fue un país mejor. En palabras del propio General San Martín, él sostenia que «si había un padre de la patria, ése era Belgrano».
En estos días en que vemos a los principales personajes políticos de esta Argentina saqueada y doliente, enarbolando sus banderas miserables y egoístas, la figura de Manuel Belgrano se agranda cada vez más y el respeto que nos merece, se intensifica.
G.Y.
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