Cuando yo era muy chico, y aún no iba a la escuela, mis padres me enseñaron a sumar, porque sabían que era una introducción hacia las matemáticas de fácil entendimiento.
Esa base inicial me ayudó en el primer grado escolar a entender con mayor facilidad lo que era restar. Tiempo después, con gran paciencia de la docente a cargo, nos pusimos a multiplicar. Fue así que nos preparamos para superar la etapa siguiente más difícil: dividir. También aprendí a sumar y restar con números romanos, pero por diferencia de siglos no los sé usar en ningún otro tipo de operaciones.
Pasaron los años y muchos creyeron que, con esa capacitación básica se podía actuar seguro en la sociedad. Teóricamente sabiendo sacar las cuentas se pretendía estar tranquilo compartiendo un amplio entorno Sin embargo, la realidad cotidiana no responde a reglas tan exactas, como se da en las matemáticas.
En la vida social, saber sumar generalmente no muestra números exactos. Más aún, muchas veces hay restas silenciosas que no se perciben. No alcanza con aplicar las tablas para multiplicar cotidianamente resultados apetecibles.
Y los números negativos de quienes nos rodean ¿cómo los neutralizamos? Los errores pueden llegar a ser grandes y los fraudes se suman si no son ajustados y sancionados rápidamente.
Las bellas promesas políticas multiplican los adherentes, pero si no se cumplen se transforman en la raíz cuadrada de una sociedad, y esa es una fórmula que no todos conocen en teoría pero la sufren en la práctica
En un examen oral, se denominaba “estar en capilla” al alumno siguiente que esperaba la prueba. Para él, era un lugar de meditación o un velatorio de sus esperanzas. Y ahora, ¿quienes no están en capilla en ese pre exámen permanente que es la vida?
Estamos rodeados de parciales, que desembocan en finales llenos de interrogantes.
Existen nuevos modos de abordaje en los conflictos que nos llevan a preguntarnos si convivir es soportar
Informar para formar requiere una honesta claridad, a fin de obtener las transformaciones necesarias. Las noticias pueden dar impulsos negativos o positivos, pasivos o activos.
paradójicamente la libertad puede ser usada contra sí misma. Es un bien que hace responsable de los actos a quienes la ejercen, y por ende de todas las consecuencias. En un estado libre, el pensamiento y la palabra deben ser coherentes, lo mismo que los actos consecuentes. También tenemos que aprender a ejercitar el derecho de conocer todas las opiniones aunque estemos totalmente en desacuerdo con ellas.
Carlos Besanson |