Después de haber disfrutado en familia de unas merecidas vacaciones en un lugar popular de la costa atlántica como lo es la ciudad balnearia de Monte Hermoso -de hecho hacía varios años que no visitábamos el mar-, pretendo contarles a nuestros queridos lectores algunas observaciones. En materia de inversión edilicia innegablemente esta localidad está decidida a crecer, ciertamente sorprendido por la evolución y sana envidia al valorar uno tras otro los emprendimientos, la mayoría de ellos que se van constituyendo de la mano de administraciones y mandamientos por fideicomisos.
Merece juzgarse a ciertas zonas de esta localidad como auténticos paraísos residenciales en pleno desarrollo, como Barrio Las Dunas o Monte Hermoso del Este.
A pocos kilómetros de allí considero menos próspera a Villa Sauce Grande pero con un verdadero potencial en expectante transformación.
Esta revolución en materia de innovación urbana, a la que debo sumar además a complejos tipo country que están recién en sus comienzos, conllevan tristemente la pérdida de duna virgen y rica vegetación, sanciono que el avance es esto que alcanzamos ver, pero una realidad que no podemos cubrir con las manos.
Puedo advertir que con el correr de poco tiempo más, el ofrecimiento inmobiliario en alquileres temporarios será abundante, el turista tendrá más opciones y podrá discernir a su favor entre calidad y precio, proliferando con atractivo gusto constructivo las cabañas y los aparts.
Apunto en cierne el futuro escenario, desde la playa se observa el buen ritmo de construcción de numerosos edificios de departamentos sobre Avenida Costanera, se funden además los cimientos de un emprendimiento hotelero cuatro estrellas. Esta y otras condiciones que hacen al turismo en general, como los deportes náuticos, aventura y noche, amable atención, seguridad y una exquisita oferta gastronómica para todos los gustos y bolsillos, hacen que tenga que aseverar que esto le permitirá consagrarse en el corto plazo a Monte Hermoso como una de las playas más top de la Costa Bonaerense.
Colaboración: Tomás Amela |