La inseguridad del hombre, no solamente con respecto a su futuro sino a su presente, lo ha llevado siempre hacia falsas búsquedas de amparo y protección. La ignorancia y la debilidad formativa potencian la angustia por saber ya lo que va a pasar.
Los primeros historiadores, cuando comenzaron a registrar las aventuras y avatares de ciertos personajes legendarios, que ellos conocieron generalmente a través de relatos, señalaron que muchos recurrieron, en sus momentos de dudas, a lugares en donde más que consejos para sus acciones, buscaban adivinanzas sobre los resultados de las mismas.
Es así que aparecen en los libros de historia sitios, que adquirieron fama en su época, en donde pitonisas y oráculos señalaban resultados de batallas o pronósticos sobre gobernantes y gobernados. En esos mismos libros vemos como frases ambiguas, que interpretaban tanto el murmullo de las hojas mecidas por el viento, o el quejido emitido en trance, servían para ser interpretadas en forma polivalente, de acuerdo al ánimo y al espíritu de quien recibía el mensaje.
Esos lugares, receptores de donaciones por parte de los exitosos sobrevivientes de una guerra, o del triunfalismo de un político, tuvieron la fuerza de aquellos con capacidad de sugestionar a quienes les creían, y la debilidad de los que no podían cambiar las circunstancias.
Los tiempos modernos mejoraron en algo ciertos aspectos en los usos y costumbres, que algunos denominan calidad de vida, pero el hombre se siente en su mayoría aún inseguro. Ni la ciencia ni la tecnología le han dado la firmeza de carácter suficiente, ni la sana capacidad del disfrute de los buenos momentos, y la fuerza para superar los malos momentos. Su inseguridad de hoy busca en aggiornados horóscopos una muleta para sus vacilantes pasos, fruto de la desorientación interior y de las contradicciones externas.
En la era de las comunicaciones algunos medios pretenden convertirse en modernos oráculos a domicilio. ¿Qué otra cosa es la publicación en diarios, revistas y televisión de horóscopos prefabricados?
En una reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa habida en Puerto Rico, tuve oportunidad de ver en el stand de promoción de una conocida agencia internacional de noticias, el agregado a sus tradicionales servicios de información, el ofrecimiento de textos de horóscopos que pudieran contentar a los lectores y escuchas radiales. Preocupante y significativo es, que quienes deben informar y formar se supediten a esas fuentes, que todos sabemos cómo se redactan; porque nadie puede imaginarse que esa empresa contrata un gurú o un adivino para que, en trance,vislumbre el futuro inmediato de cada uno de los que reciben esos mensajes ambiguos y simultáneamente aplicables a todos.
Contemporáneamente pude observar cómo un diario tradicional argentino, en su periódico infantil, publicaba un horóscopo para chicos redactado en forma jocosa, pero atrayente. Respeto las creencias de todos, pero me pregunto qué sensación tendríamos los ciudadanos, si nuestros mandatarios que ocupan los tres poderes con que está organizado el Estado, previo a cada decreto, ley o fallo judicial a dictarse, buscaran la asistencia de un augur para determinar si ese día es fasto o nefasto para ciertos actos de gobierno. Que me perdonen mis colegas de la prensa, pero en el momento en que todos necesitamos credibilidad, ¿la publicación de horóscopos incrementa la confianza en nosotros los periodistas?
La generación de adicciones quita libertad a los miembros de la sociedad y provoca simultáneamente otros juegos sustitutivos, que no son nada más que variantes de una misma esclavitud: la dependencia hacia quienes provocan los estímulos condicionantes. ¿Qué diferencia hay entre un horóscopo impreso y un 0-609 radial o televisivo? ¡Sólo varían quienes perciben el fruto de la credulidad ajena!
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 572 del 15 de abril de 1998 |