Muchas veces en nuestra adolescencia y en la juvenil etapa posterior, hemos escuchado argumentar en una discusión, como el punto final del intercambio de opiniones, que tal autor o el político fulano, es gente que perdió vigencia, es decir, que está caduca...
El empleo de este calificativo, que es rotundo en su adjudicación, no siempre es acertado. Por un lado puede haber ideas que nunca tuvieron fundamento suficiente y fuerza adecuada como para darle la vida temporal suficiente y que después se hable de la pérdida de una vigencia que no fue tal.
Lo mismo es aplicable sobre ciertas personas que pretenden liderazgos circunstanciales, pero que no lo logran pese a ser alguna vez noticia en un medio de comunicación. No se puede decir que ellos han declinado cuando en realidad nunca llegaron...
No hay duda que muchos hombres e ideas pesaron, pero la transformación de las sociedades y sus entornos, les hicieron perder validez al no desarrollar nuevas capacidades adaptadas a una evolución, que si bien no siempre fue positiva en sus características, requería el desarrollo de anticuerpos suficientes como para resistir los cambios negativos sin mimetizarse junto a los fracasos.
No podemos generalizar de manera totalizadora la caducidad de conceptos, de la misma manera que no debemos aceptar a ciegas todo lo que aparece como nuevo, porque no siempre ello es mejor.
Durante siglos la historia mostró actos de estupidez humana, que si bien tuvieron resonancia trascendente, no fueron tranquilizadores ni justos para los contemporáneos. Una revolución o una guerra, exitosa o no, siempre involucra muertes y destrucción.
Pero el recuerdo de constantes errores, que a veces generan la imagen de enfermedades sociales que significan nuevos fracasos, no implica que caigamos en un generalizado concepto: siempre fue así, no es la primera vez que pasa, no podemos hacer otra cosa...
El deshonor de ciertos honorarios de gestión erosiona y deforma a toda sociedad. Los usos y abusos de quienes ocupan circunstancialmente el poder es una tentación histórica y universal, que sólo una Justicia oportuna en los tiempos puede evitar.
Carlos Besanson
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