A medida que fueron transcurriendo los milenios, a los cuales se le agregaron las últimas centurias, la población del mundo se transformó en multimillonaria en la sumatoria de individuos. Se puede hablar también con ironía de multimillonarios deudores que pululan por la Tierra.
La hegemonía del hombre se demuestra por la cantidad de realizaciones hechas en el tiempo. Sus construcciones han llenado enormes espacios denominados ciudades, obras, caminos... Pero también las destrucciones que el ser humano repetitivamente cometió, afectaron en parte a esta Tierra.
El desarrollo constante de nuevas tecnologías convirtió a las guerras no solamente en discutibles e injustas matanzas, sino también en destrucciones que estropeaban por mucho tiempo la vida de los sobrevivientes de ambas partes.
La búsqueda del poder y el ejercicio del mismo derivó en muchos casos en pujas sangrientas, en el orden local, en la época de las ciudades estados y luego en el ámbito internacional.
Ocupar los espacios ajenos, cuanto más amplios era mejor, permitió elaborar el concepto de Imperio, y por ende el de imperialismo. Al repasar la historia veremos siempre episodios violentos, que en algunos casos de acuerdo a quién los relate se convierten en gloriosos.
En la búsqueda del desgaste de los contrarios, muchos reyes y gobernantes instituyeron el concepto de corsario, que habilitaba a quien recibía esa distinción a apoderarse de barcos ajenos, y de saquear puertos de otros.
Estos piratas reconocían a la autoridad que le daba la patente de corso un porcentaje sobre sus ingresos. Si el monto llegaba a cifras altas, tenía probabilidades que se lo designara con un título honorífico como el de Señor, Sir o Lord.
De esta manera, en el transcurrir de los siglos, el concepto de botín de guerra, adquirió la fuerza de un arbitrario derecho inapelable, pero injusto para aquellos que tuviesen que soportarlo.
El habitual desguace de territorios y países, que llegó hasta nuestra época contemporánea, ha desarticulado parcialmente la capacidad receptiva de este mundo
Pero se equivoca quien cree que el botín de guerra es un concepto exclusivamente militar. Quienes conducen políticamente los viejos imperios y las nuevas repúblicas también participan de esos botines para su propio beneficio, de la misma manera que lo hacían antes los que habilitaban a los corsarios.
Las guerras políticas, con sus iracundias siguen desarticulando el entendimiento. Puede haber legítima defensa, pero no justo ataque...
Carlos Besanson |