Toda ciudad que crece en población requiere una constante atención sobre el traslado de las personas que en ella cohabitan.
No solamente los aspectos de seguridad vehicular, sino también de comodidad para el que se traslada y evitar un desgastante tiempo de transporte que cansa prematuramente a aquel que va a trabajar o estudiar.
Las tradicionales ciudades europeas tienen graves problemas en sus centros comerciales o de oficinas debido a la estrechez de sus históricas calles que traban un mejor desenvolvimiento del público. Es por ello que el desarrollo del transporte subterráneo significó una solución parcial pero apreciada que simplificó en parte algunos puntos de atoramiento.
Este tema ya lo hemos analizado anteriormente señalando que el alargamiento de las líneas de subterráneo en la ciudad de Buenos Aires debería ser un objetivo primordial para aquellos que gobernaban en ese entonces. Más aún sostuvimos que era fantasiosa la idea de extender las líneas de subterráneo a sitios de la provincia de Buenos Aires, porque eso requería, no solamente mucha más inversión, sino también la intervención burocrática de gobiernos zonales que haría aleatoria cualquier toma de decisión.
Bastaba a nuestro entender que se llegara justo al límite de la Ciudad y se creara en esos sitios buenos y seguros estacionamientos para autos, de manera tal que el usuario que viviera en la Provincia pudiera llegar si quería con su auto al parking y allí transbordar para arribar sin problemas al Centro. De la misma manera ciertas líneas de ómnibus podrían transbordar al subterráneo los pasajeros, disminuyendo el número de vehículos rumbo al Centro, evitando una mayor polución ambiental y saturación vehícular.
Esa aspiración se está ejecutando lenta y parcialmente, aún falta mucho para llegar al borde de la Ciudad, y además en los proyectos no se tiene en cuenta amplias playas para vehículos junto a las estaciones.
Otro de los errores que se vislumbra es la ampliación de muchas veredas céntricas estrechando los carriles para automotores. Si bien esto puede quedarmás estético lamentablemente dificulta el acceso vehicular. Alguna vez hemos manifestado que el peatón se encontraría mucho más cómodo, y circularía más rápido, si las baldosas no estuvieran rotas en gran número obligando a un gran esfuerzo al transeúnte para evitar tropiezos. También la cantidad de postes de alumbrado, señalamiento de calles y de paradas de transporte podría simplificarse, unificándolos en algunos pocos, varias funciones, facilitando el caminar.
Además los kioscos de venta se han expandido en sus autorizadas dimensiones originales, llegando a duplicar la superficie convenida, y por lo tanto traba el deambular.
Sin perjuicio de todo lo expuesto, debería facilitarse la creación, dentro de las manzanas edificadas, de pasajes peatonales con salidas a otras calles. Esto genera una atracción adicional a los comercios que están dentro de galerías, pero que no tienen otras salidas.
Carlos Besanson |