La vida moderna ha ido cambiando muchos de los espectáculos que atraían al hombre de la antigüedad. Ya no es el viejo circo romano que convoca a sangrientas luchas entre hombres, o pugnas de gladiadores contra salvajes animales. Hoy en día la televisión nos trae a domicilio el holocausto de algunos, que voluntarios o no, convierten lo que tendría que ser un deporte formativo en una accidentada o meticulosa destrucción de cuerpos y almas.
Los torneos de fútbol y de fútbol americano, los matches de box o ciertos espectáculos rudos recuerdan el viejo adagio de pan y circo para distraer a pueblos que pierden objetivos o razón de ser. Pero cuando el espectador se convierte directamente en partícipe activo de actos de violencia, previo, durante o después de cada show, demuestra su capacidad de acción como hombre-masa que se desborda impulsivamente frente a cualquier estímulo potenciado.
El hincha fanático es capaz de describir meticulosamente la historia de su club, con mención detallada de las distintas formaciones de los equipos y los resultados de los encuentros. Ese conocimiento, adquirido fundamentalmente en la lectura de publicaciones especializadas destinadas a alimentar el caudal de datos, pasados y presentes, se convierte en una obsesión que le permite competir verbalmente con otros fanáticos del espectáculo para evidenciar su cultura deportiva.
Si a esos hinchas se les preguntara datos sobre la economía o la política del país al tiempo de la creación de esos clubes, se encontraría enormes baches de información sobre estos temas. Parecería que esas instituciones deportivas hubieran nacido por generación espontánea y fuera de una Nación.
Pienso que sería constructivo y de gran ayuda que el periodismo especializado hiciese un aporte cultural importante dando los detalles históricos de ese contexto general que rodea y acompaña la evolución de los diferentes clubes. Más aún, cuando se hace mención de las distintas ciudades en donde se desarrollan los encuentros, algunas informaciones sobre las características propias de esas localidades ayudarían a una mejor comprensión e integración cultural del país.
Si queremos dar un ejemplo adicional a este enfoque no común sobre los distintos espectáculos-circo, podríamos señalar la gran cantidad de adictos que dominan hasta el más mínimo detalle el conocimiento de las reglas del deporte elegido, y sin embargo ignoran los principios constitucionales básicos que deben tener como ciudadanos. Es decir que como hinchas saben mucho más sobre temas que hacen a su distracción que como miembros de una sociedad superior, que le genera obligaciones que deben cumplir como parte del compromiso de permanencia en ella.
Cuando en la vida cotidiana el reglamento es más importante que la Constitución, ésta pierde vigencia como consecuencia de la ignorancia de quienes deben practicarla. Esta falta de respeto sobre las prioridades que deben tenerse en cuenta para vivir en democracia hace que se exhiba con más frecuencia y empeño el carnet de afiliado a un club que las páginas correspondientes de un documento de identidad en donde figure la cantidad de veces que uno ha emitido un voto para elegir sus representantes.
Cuando el espectáculo de campeonatos y copas se convierte en una fuerte adicción, empezamos a perder ciudadanos para tener meros adictos. En ese momento de mucho circo, la gente que busca el pan tiene dificultades para lograrlo, en primer lugar porque se olvidó cómo se produce, y porque se resignó a participar crónicamente de ollas populares, en donde se pierde lentamente el orgullo de votar a cambio de un plato sopero y una cuchara. En ese momento sólo quedan muchos hinchas descontrolados en sus apetitos y muy pocos ciudadanos responsables.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero nº 503, el 18 de diciembre de 1996
Han pasado casi diez años y el tema sigue teniendo vigencia, por eso repetimos su texto. Si tomamos decisiones ya para aplicarlas de inmediato es posible que dentro de diez años no tengamos necesidad de volver a difundirlo de nuevo. C.B |