En veinte años hemos logrado, poco a poco, un diálogo pausado pero constante con quienes leen nuestras notas y textos. De hecho se ha convertido en un intercambio epistolar, y también verbal, con mucha gente que nos transmite ideas y sentimientos compatibles y que publicamos de manera extractada para poder encontrar espacio para múltiples informaciones. La importancia que le damos a esos socios ocultos como denominamos a quienes nos leen, es tal que muchas veces hemos rechazado avisos comerciales que puedan potencialmente perjudicar a ese público.
Ni avisos de cigarrillos, juego, prostitución encubierta o de usureros han aparecido en todos estos años, pese a las remunerativas ofertas de pago que mejorarían nuestros ingresos. Más aún, cuando algún lector nos ha hecho dudar con fundamentos de algún circunstancial avisador, nos hemos excusado de inmediato de seguir publicando sus promociones.
De acuerdo a nuestro criterio se pueden decir cosas interesantes y lindas, pero si las mismas son la envoltura de ofertas publicitarias dañosas se tergiversa el contenido periodístico positivo, con una política comercial negativa que confunde o desorienta.
Muchas veces nos hemos referido a nuestra función de iluminar el escenario para que el espectador pueda ver con claridad a los personajes mientras recitan sus textos. No somos los actores pero si consideramos que nuestros lectores pueden estar sentados en sus butacas y apreciar, o despreciar, la obra u obras que les presentan.
De esta manera ese espectador se convierte en un activo integrante de la denominada opinión pública, elemento esencial para que funcione una real democracia republicana.
En todos estos años, que no han sido fáciles para nadie, hemos crecido metódicamente sin descanso, pero también sin ansiedad. Así lo hemos notado por el aumento del número de ejemplares de publicaciones que llevan nuestro Diario como un apreciado suplemento gratuito.
Cuando algún colega nos dice pero ustedes están en todas partes, para tranquilizarlos les contestamos irónicamente: si, pese a que no somos ninguna plaga.
No competimos con nadie, porque esa no fue ni será nuestra vocación de servicio. Si alguien quiere realmente hacerlo, aunque no sea un brillante negocio, nos pondremos contentos porque ayudaría a levantar el estándar de un pueblo y nos beneficiaría a todos en general.
Los medios de comunicación tenemos que asumir la responsabilidad de transmitir contenidos que sean útiles y orientadores a quienes los lean, vean o escuchen.
No basta hacer ruido para generar música, la adecuada armonía ayuda a captar el mensaje que beneficia a quienes saben escucharlo.
Elizabeth Tuma y Carlos Besanson
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