Hay un viejo cuento con cuatro personajes: Todos, Alguien, Cualquiera y Nadie.
Ocurre que había que hacer un trabajo importante, y Todos sabía que Alguien lo haría. Cualquiera podría haberlo hecho, pero Nadie lo hizo.
Alguien se enojó cuando se enteró, porque le hubiera correspondido a Todos.
El resultado fue que Todos creía que lo haría Cualquiera, y Nadie se dio cuenta de que Alguien no lo haría.
¿Cómo termina la historia? Alguien reprochó a Todos porque en realidad Nadie hizo lo que hubiera podido hacer Cualquiera.
Esta historia plagada de desencuentros y malos entendidos es algo más que un destrabalenguas, es el símbolo de personas que integran sociedades no debidamente articuladas y con responsabilidades diluidas. Cada uno de esos cuatro personajes llevan en síntesis la imagen de estructuras amuralladas y parceladas en sus compromisos y malamente comunicadas entre sí. Hay un dicho que afirma: muchos responsables, ningún responsable. Es en síntesis la descripción de la responsabilidad diluida porque nadie la asume en sí mismo.
La diferencia en una sociedad entre el trabajo esclavo, y el trabajo libre es que en el primero se pone solamente fuerza y sudor para realizarlo, y en el segundo hace falta como elemento esencial la inteligencia unida a la capacitación. En la esclavitud, laborar era una circunstancia imperiosa sin opciones, la salida estaba sólo en la muerte por agotamiento físico. En el trabajo libre la opción está en estudiar para perfeccionarse y ocupar posiciones vacías, o generar opciones propias.
En el trabajo social se dan también circunstancias parecidas. Cuando el habitante de un país no asume cotidianamente la titularidad del rol de ciudadano, se convierte de hecho en un esclavo fortuito de tramas y normativas sobre las cuales su opinión no ha sido claramente pulsada. El considerar que sólo en las consultas electorales el ciudadano debe manifestarse, implica una tácita condena al mismo a una especie de hibernación política.
Hace años una famosa pareja de cómicos norteamericanos, Abbot y Costello, crearon un exitoso sketch para la televisión en el cual uno de ellos relataba un partido de béisbol con personajes simbólicos que llevaban a una total confusión a su compañero que lo escuchaba. Hoy en día un buen libretista podría hacer con los personajes del título de esta nota toda una historia aplicada a los acuerdos y desacuerdos de los distintos poderes de la República que negocian sus responsabilidades y participaciones en los momentos de crisis. Sería, sin lugar a dudas, una pieza maestra del grotesco en la cual Todos nos tratan como a Cualquiera y nos consideran un donNadie, cuando en realidad deberíamos sentirnos como Alguien que es, y no meramente un nombre y número de documento registrado en el padrón electoral.
Los ciudadanos de hoy tienen el compromiso familiar, de preservar para la generación que nos sucede, la validez de un preámbulo constitucional, que tenga la vigencia de una realidad aceptable, y no la ensoñación de una utopía irrealizable. Porque no necesitamos salvadores de la Patria, sino responsables que cumplan con los compromisos adquiridos.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 411, el 15 de marzo de 1995 |