Las fiestas de Carnaval que se celebran en todo el mundo, desde sus comienzos, dieron la ocasión para que quienes participen en ellas representen personajes, caracterizándose de tales o cuáles. Así se ponen en vigencia figuras de otros tiempos o se exacerban defectos y virtudes de destacados actores de la vida social.
Mientras los disfraces engalanan corsos o encuentros festivos en ciudades y barrios, el antifaz, símbolo característico, permite a quienes no desean ser reconocidos, pero a su vez quieren participar, fisgonear una falsa realidad, que lúdicamente desenmascara a la auténtica.
En ediciones anteriores hemos hablado de aquellos que, asimilando cambios, mutan otorgándose otras personalidades, realizando distorsiones que finalmente perjudican al tejido social todo.
Nos pareció conveniente reproducir este editorial que les brindamos en esta oportunidad, para que elaboren sus propias conclusiones.
Elizabeth Tuma
Caminamos un año en el cual juegan y actúan viejas experiencias, que si no son debidamente interpretadas, se constituirán en anécdotas más o menos dramáticas según las circunstancias y los actores de ellas.
Tanto el cine como la televisión nos muestran, con el apoyo cada vez mayor de alta tecnología, entretenimientos pasatistas de tipo ciencia ficción. Las viejas películas que con hábil montaje describían las transformaciones de los personajes como el Hombre Lobo, Frankestein, Drácula y otros,han sido sustituidas con apoyo de la computación en impactantes mutantes.
Esas fantasías pueden ser un mero reflejo de una realidad contradictoria en los personajes que actúan públicamente en el sector de ricos y famosos. En una charla en que participé se destacaba el peligro de categorizar a los ricos y famosos como el reconocimiento de haber llegado a la cúspide de la escala de méritos y de crecimiento personal.
Pensamos que corresponde señalar siempre, que puede haber buena o mala fama y riqueza bien o mal habida. Por lo tanto se puede ser un asesino famoso o un defraudador adinerado, pero la sociedad no debe olvidar jamás el origen de su dinero o de conocimiento público.
Saber discriminar entre los actos buenos y los malos y sus consecuencias, es un acto de justicia cotidiana que debemos realizar.
Cuando leemos en un titular audaz asalto, estamos destacando a los actores del mismo con un calificativo, que alabanza al delincuente. Lo mismo se puede decir de adjetivaciones como ágil fuga, acción comando, golpe sincronizado, hábil estafa, gran negociado, sorprendente acción, etc., como leemos y oímos en comentarios habituales.
Esos hechos ensalzados inmerecidamente por algún calificativo que satisface a los delincuentes, dentro de las diferentes escalas de valores que los mismos tienen, ayuda aún más a disminuir las defensas de la sociedad, en función del buen o mal ejemplo que la misma recibe de sus componentes.
Los mutantes humanos son por ahora ficciones que interfieren una auténtica y conveniente mutación en los factores que integran un movimiento social. Las distorsiones degenerativas llevan siempre a mutilaciones dolorosas que por encima de todo perjudican a los ciudadanos.
Las riquezas mal habidas y la mala fama no pueden ser soslayadas ni admiradas en los resultados, son tan emergentes como lo son las protuberancias en la superficie de la piel enferma.
Carlos Besanson
Publicado en el Diario del Viajero n° 452, del 27 de diciembre de 1995 |