La confusión ética hace perder la seguridad jurídica. El presente mal desempeño de los emergentes sociales, termina empeñando el futuro de una Nación.
Debemos aprender a discernir entre el me gustaría y el puedo. No hay solidaridad real si se actúa irresponsablemente. Si no sabemos marcar adecuadamente las prioridades temporales, se generan temporales que perjudican a todos. La real eficacia facilita los resultados positivos que necesita imperiosamente la sociedad.
Los correctivos adecuados tienen que superar el inapropiado amor propio, de quienes se equivocan circunstancialmente de buena fe. La coherencia da seguridad a los demás, y la autocrítica espontánea es parte de esa coherencia.
Cada componente de la sociedad debe sentirse responsable de lo que se hace y de lo que no se hace. Una ética aplicada permanentemente ayuda a vivir y convivir bien, haciendo más confiable la existencia de los seres queridos.
Las ideas y valores aplicados por cada uno de nosotros sube o baja el promedio social, según los niveles de responsabilidad en que nos ubiquemos todos.
Así como el miedo puede paralizar, el pánico puede generar una estampida hacia el sitio inadecuado, y por medios absurdos o contradictorios, que terminan perjudicando a todos.
Si bien la realidad puede ser dura, la desorientación se convierte en dramática, y mucho más lo es, si no aparecen los emergentes, en los distintos niveles, que tengan la capacidad para marcar objetivos, no solamente aceptables sino también viables.
Hoy en día se habla mucho de ética, y esto evidencia que ese tema ha adquirido una importancia mayor, justamente porque el nivel ético promedio ha ido bajando lentamente en los últimos cincuenta años. Cuando los hechos de corrupción sustituyen al derecho aplicado, los resultados de los esfuerzos dignos parcialmente se neutralizan. Los cambios pueden producirse por cansancio, o saturación, pero también se generan por asumir nuevos conductores, liderazgos de auténtica responsabilidad.
Así como las adicciones implican la pérdida de la libertad, la incultura es otra forma de dependencia personal.
Lograr levantar el nivel cultural de la población es parte del largo camino a recorrer, que debemos comenzar ya. Recuerdo cuando era chico que todas las familias que vivían en barrios aledaños tenían en el fondo una pequeña huerta y un gallinero. El tiempo cambió ese sano hábito, e hizo desaparecer no solamente los productos allí obtenidos, sino también la costumbre de hacer ciertas tareas hogareñas que fortalecían el contacto familiar. Hoy hay gente que necesita alimentos, pero a quienes no se les ayuda parcialmente a obtenerlos.
No bastan las donaciones. es el momento de hacer, también, docencia solidaria en todos los niveles. Sino, no hay crecimiento estable, ni futuro alentador. Si no caminamos todos juntos, aunque sea a diferentes velocidades, pero en un solo sentido, el pueblo termina disgregándose.
La buena conducta de los conductores es esencial, no sólo en el tránsito vehícular, sino también en el tránsito de la vida. Los constantes accidentes económico-sociales, producen mas daño y ruido que los viales. Evitemos unos y otros porque los daños llegan a ser tremendos.
Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en el Diario del Viajero n° 794, del 17 de julio de 2002 |
