El cazador argentino Gustavo Hengel
oriundo de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe,
sería el afortunado de haber obtenido el mejor
trofeo de ciervo colorado en la provincia de La Pampa
en lo que va de esta temporada oficial de caza hasta el
momento, luego de su apertura el pasado 15 de marzo del
corriente año.
Mediciones previas extraoficiales aseguran que la cornamenta
lograda en el coto de caza «Cacerías del
Monte» de la estancia Las Jarillas, alcanzaría
la suma de 225 puntos, que de confirmarse, disputaría
el 3er lugar en el Ranking Pampeano.
En la fotografía se observa al cazador rosarino
con el soberbio animal de 21 puntas de cornamenta, logrado
en el Departamento Loventué.
Didino - Di Nápoli
Tambén es para destacar otro ciervo colorado
de importante porte obtenido por los cazadores pampeanos
Antonio Didino y Leandro Di Nápoli, cuya cornamenta
rondaría los 220 puntos, siempre por estimaciones
extraoficiales.
Análisis de la Caza Mayor:
«Sobre guías y cazadores»
En la abundante literatura cinegética que ha
pasado por mis manos, he leído muchas opiniones
acerca de los guías de caza, ya sea colocándolos
en lo más alto del pedestal de la gloria, o bien
sumergiéndolos en el más profundo abismo
de la cobardía, ineptitud, etc..
Sin pretender arrogarme representatividad alguna, simplemente
en razón de practicar ambas actividades, la de
cazador y guía, durante distintas épocas
del año, me gustaría dar una opinión
respecto de lo que el guía de caza pretende de
un buen cazador.
En primer lugar, para el guía de caza con experiencia
no hace falta que el cazador le cuente de sus trofeos
y experiencias nacionales e internacionales, para medir
sus conocimientos y capacidad, simplemente le basta
caminar 200 mts. en el monte para conocer cuanto ha
aprendido este hombre del arte venatorio. Por otra parte,
esto también resulta de estricta aplicación
en el caso contrario, es decir que el buen cazador a
poco de andar puede valorar la calidad de su guía.
Normalmente es responsabilidad del guía, en la
opinión de los cazadores, el éxito o fracaso
de la cacería. ¿Pero alguna vez luego
de una experiencia frustrada, ha hecho el cazador una
evaluación de su propia responsabilidad en dicho
resultado?. Yo creo que esa autocrítica resulta
fundamental, como en todos los ordenes de la vida, para
conocer nuestras propias limitaciones y evaluar hasta
qué punto se puede exigir al guía que
coloque ante el caño del rifle un trofeo, al
que el cazador no puede llegar por sus propias limitaciones.
En este aspecto creo que resulta muy prudente comentarle
al guía, antes de comenzar la cacería,
todos aquellos aspectos que el cazador humildemente
considere que puedan ser un obstáculo para el
éxito de la caza, no sólo en cuanto a
su condición física, sino incluso a su
experiencia, capacidad de tiro, etc. Este sinceramiento
de parte del cazador es demostrativo de su buena predisposición
para cazar con éxito y le permitirá conocer
de antemano sus reales posibilidades de lograrlo.
Un aspecto fundamental para lograr cazar, es que el
cazador participe de la cacería. Esto parecerá
estúpido, pues en la opinión general quien
está en el campo, fusil en mano y en pos de un
trofeo, está cazando. Yo creo que no siempre
es así. Muchas veces he tenido detrás
mío personas en tales condiciones, pero que de
ninguna manera estaban cazando, simplemente caminando
por el monte esperando que les pusiera a tiro un buen
ciervo, mientras ellos iban pensando en sus negocios,
su mujer, la amante o en cualquier otra cosa, menos
en la cacería. Esto es grave, pues quien actúa
de esta manera no está concentrado en lo que
hace, por lo tanto no presta atención a los sitios
donde pisa, ramas que quiebra, etc. y en tales condiciones
de poco vale el servicio de un buen guía. Hay
quienes no toleran que el guía se equivoque.
Tamaña intransigencia no es más que un
signo de soberbia o incomprensión, pues como
toda actividad humana es susceptible de admitir errores,
máxime cuando no obedece a ningún cálculo
o variante preconcebida. La caza, por ejemplo la del
ciervo colorado en los montes pampeanos, tiene mucho
de intuición, pues la mayor parte del tiempo
se está cazando imaginariamente. Esto quiere
decir que el cazador no está viendo el animal,
escucha sus bramidos, sus corridas, a veces sus pasos,
el ruido de la cornamenta que roza en las ramas o de
una pelea, en ocasiones a distancias muy cortas (30
mts. o menos tal vez), sin que la espesura le permita
ni siquiera definir la calidad del trofeo, por supuesto
mucho menos disparar. A ellos debemos sumarle los cambios
permanentes del viento, propio de toda región
mediterránea, lo cual crea un sinnúmero
de factores, sin contar el instinto, la astucia y los
excelentes sentidos que poseen dichos animales, lo que
permanentemente lleva al más ducho de los guías
a cometer errores, que aunque involuntarios frustran
la cacería, pero que de ninguna manera puedan
achacárceles exclusivamente a su impericia o
negligencia, sino más bien a un golpe de suerte
a favor de los animales.
También es bueno reconocer que en ocasiones se
cometen errores en los cuales la responsabilidad del
guía se encuentra comprometida. De estos, tal
vez el más grave es cuando se abate un animal
que no llega a reunir las condiciones conversadas previamente
con el cazador. Sin dudas allí el guía
debe asumir su equivocación, pero tampoco el
cazador puede desconocer totalmente su responsabilidad,
pues fue él, en definitiva quien disparó
y por lo tanto también tuvo la posibilidad de
observar el animal y corregir el error del guía.
Finalmente me queda por decir que considero indispensable
el servicio de un buen guía, para que una cacería
organizada culmine exitosamente, incluso creo que debería
ser obligatorio en la Argentina, como lo es en todos
los países del mundo donde la caza se encuentra
debidamente legislada, la compañía de
un guía especializado para todos los cazadores
no residentes. Pero tampoco resulta menos cierto, que
además de contar con un buen guía, una
gran parte del éxito depende de que el cazador
esté cazando y no simplemente paseando por el
campo.
Gustavo Jensen - Revista 30 Años del
Club de Caza Mapú Vey Puudú - Año
94
Colaboración: Carlos Rodríguez
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